En el Centro Nacional de Sanidad Ambiental (CNSA), en Majadahonda (Madrid), unos carteles animan a utilizar las escaleras, por salud y por ecología. Este organismo vigila la exposición de los ciudadanos a los contaminantes ambientales, una gran cantidad de sustancias que no son letales por sí solas, pero que, sumando sus impactos y con el paso del tiempo, como cambiar el ascensor por la escalera, pueden tener efectos sobre la salud.
Argelia Castaño (Madrid, 67 años) fue directora del CNSA durante siete años, hasta el pasado noviembre. Ahora, quiere acabar su carrera logrando que España cuente con una estructura estable de biomonitorización, que permita conocer los niveles de los contaminantes más relevantes que acumulamos en el organismo, como ya sucede en los países más avanzados. “Normalmente, los productos químicos se controlan en origen; se controla el agua, el aire, el suelo, los alimentos, los productos de consumo. Esos son las vías de control donde está regulado, pero no hay una legislación para controlarlos en las personas”, explica.
Uno de los obstáculos que tendrán que superar científicos y representantes de varios ministerios que impulsan este proyecto será encontrar financiación para unos estudios que son caros. “Lo ideal sería que todas las comunidades a la vez comenzasen con estudios sobre un número de sustancias prioritarias, pero, para empezar, es posible que lo más razonable sea que empiecen las comunidades autónomas que tengan más disposición a hacerlo y después se vaya ampliando al resto del país”, plantea Castaño. Una vez que se pusiese en marcha, lo ideal para la investigadora sería empezar haciéndolo en niños, en revisiones pediátricas, en embarazadas cuando vayan a los ginecólogos o en escuelas con adolescentes, “para poder dar consejos sobre hábitos a personas en las que hay tiempo para actuar”, resume.
Pregunta. ¿Cree que la gente percibe el riesgo de los contaminantes para su salud?
Respuesta. Creo que la percepción es cada vez mayor. Es muy difícil ver el riesgo de los productos químicos, porque no son agudos, salvo en el caso de intoxicaciones o de exposiciones accidentales, pero todo el mundo es consciente de una serie de cosas que todos observamos. Vemos un adelanto de la pubertad, es un hecho y eso lo observa todo el mundo que tiene hijos. También hay más niños con déficit de atención, que quizá antes no estaba tan diagnosticado, pero ahora es mucho frecuente y que, en muchos casos, está asociado a la exposición a ciertas sustancias químicas. También se observan muchos problemas hormonales y de tiroides, reglas irregulares, ovarios poliquísticos… Y también podemos hablar del aumento de casos de cáncer en jóvenes. La gente es consciente de que esto no viene porque sí. Estamos rodeados de sustancias químicas, pero es difícil prescindir de ellas porque nos facilitan mucho la vida y nos hemos acostumbrado a ese confort.
P. Con las nuevas tecnologías, ¿es de esperar que monitoricemos individualmente nuestra exposición a contaminantes, igual que sucede con los relojes que nos miden las constantes vitales o los pasos que damos?
R. Los niveles de contaminantes no se deben tomar a nivel individual sino poblacional. Aunque tengas los niveles de PFAS [un grupo de miles de agentes químicos sintéticos que pueden provocar problemas de salud y se encuentran en todo tipo de productos] altos, no van a ser tan altos como para que te produzcan un efecto adverso inmediato. No es como infectarte, por ejemplo, de covid. Incluso en el caso del cáncer de pulmón, hay muchos no fumadores que mueren por esa enfermedad y al revés. Los datos de exposición hay que tomarlos siempre desde un punto de vista de salud pública, a nivel de población y no a nivel individual, a menos que tengas un individuo con unos niveles ya excesivos, que superen en cuatro o cinco veces los niveles de la población, y ahí se pueden ver qué hábitos de vida han conducido a esa situación para cambiarlos. Pero en general, la aproximación que se está haciendo es estudiar estos niveles para dar recomendaciones para la regulación sanitaria, medioambiental y de seguridad alimentaria.
P. ¿Es muy difícil alcanzar los niveles de evidencia científica que nos demuestren que un producto es peligroso? Con algo tan claro como el tabaco fueron necesarios muchos años y hemos visto debates muy prolongados con sustancias, como los PFAs o los bisfenoles, que ahora se consideran peligrosas.
R. Son necesarios muchísimos años porque se deben realizar muchos estudios en animales y epidemiológicos, y recoger muchas evidencias en muchas poblaciones, realizadas por muchos investigadores diferentes, para obtener esa evidencia. Siempre es más difícil acumular evidencia en contra de un producto que a favor. Por ejemplo, desde hace ya casi 20 años, cuando se implantó el reglamento con el REACH [Registro de sustancias y mezclas químicas en la UE] se ha producido un cambio de paradigma. Antes la empresa comercializaba un producto y entonces eran las autoridades competentes las que tenían que evaluar si ese producto era peligroso o no, y si se podía comercializar. Ahora se exige a las industrias químicas que demuestren que ese producto no es peligroso en las dosis en las que se va a comercializar. No obstante, esta evaluación se realiza sustancia a sustancia, no se tienen en cuanta las mezclas y además se realiza en animales y esos estudios no están evaluando exposiciones que duren 10 o 15 años, que es lo que sucede en los humanos y por eso hay muchos efectos en la población que se observan después.
P. Por parte de la industria, ¿suele haber resistencia a este control?
R. Claro, es un toma y daca y la industria defiende sus intereses.
P. Hay un producto omnipresente, que provoca unos daños enormes: los coches y su contaminación. Pero los aceptamos como algo prácticamente inevitable…
R. Además del control, la regulación o los estudios epidemiológicos, es muy importante el consumo responsable. El ciudadano tiene mucho que decir respecto de la seguridad de los productos químicos y tiene mucho que decir respecto a los efectos de la contaminación sobre las personas. Si seguimos empeñándonos en que no haya zonas de tráfico restringido, porque es más cómodo que vayamos en coche… En fin, qué quiere que le diga. Todos sabemos que es mucho mejor subir las escaleras que subir en ascensor, pero ¿quién lo hace? Todo el mundo sabe que fumar produce muchos problemas y hay gente que sigue fumando, porque el tabaco engancha mucho, y lo entiendo, porque he sido fumadora. Pero creo que en la medida en la que tienes más información, es más difícil obviarla.
P. ¿Qué cambios podemos hacer para evitar el daño de los contaminantes?
R. Estamos rodeados de productos químicos y contaminantes y vivir ya es un riesgo. Desde que naces sabes que te vas a morir. Pero podemos limitar ese riesgo, manejarlo lo mejor que podamos. Una de las cosas que se pueden hacer frente a contaminantes es evitar rutinas: no tomes todo siempre de la misma marca, no hagas todo siempre de la misma manera. Imagina que todos los días te tomas una cañita, unas aceitunas y unas patatas fritas a las doce y media. Si resulta que tienes un determinado conservante en las aceitunas o la acrilamida de las patatas fritas, puedes a la larga acumular algún contaminante concreto que dé problemas.
P. La gente quizá no entiende que haya productos que sabemos que son nocivos y aun así se puedan comprar en el supermercado.
R. Es difícil en muchos casos demostrar una evidencia absoluta, como ya hemos comentado anteriormente. Por ejemplo, cuando los ensayos de seguridad que se exigen para los envases en contacto con alimentos se cumplen no puedes prohibirlos por ley, aunque cada vez más se esté demostrando con estudios epidemiológicos que pueden llegar a asociarse con la exposición a sustancias nocivas a medio y largo plazo. Pero tampoco puedes ir en contra de los que fabrican ascensores porque consideres que es más sano subir escaleras. Hay que saber qué hábitos reducen riesgos. Un envase de plástico per se no es malo, pero está bien que sepamos que los plásticos, cuando se calientan en el microondas, liberan PFAs y más productos. En este momento, algunos países de nuestro entorno están proporcionando evidencias mediante estudios de biomonitorización en el ser humano, para que se prohíba la utilización de PFAs en envases de uso alimentario. Esto es una carrera de fondo en la que, gracias a los estudios de investigación que se realizan y en particular a los estudios de biomonitorización, se están proporcionando cada vez más evidencias para que se ejerza un mayor control de uso de las sustancias químicas ,y consecuentemente, estemos mejor protegidos. Ese es el reto de todos los que trabajamos en salud pública.
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