Aunque está lejos de los halcones del Banco Central Europeo (BCE), el economista Mário Centeno (Olhão, 55 años) asume solidariamente la subida de tipos decidida el jueves en Fráncfort. Considera más injusta la inflación que la receta amarga que se le aplica. Gobernador del Banco de Portugal desde 2020, cree que la protección del empleo, que está en máximos históricos, debe ser un objetivo de todas las políticas, también la monetaria, para evitar una estanflación en Europa.
Pregunta. El BCE aprobó el jueves pasado la décima subida de tipos en 14 meses. ¿Se está yendo demasiado lejos?
Respuesta. Creemos que, si los mantenemos en este nivel, haremos algo determinante para que la inflación pueda converger al 2%, que es nuestro objetivo. Lo más importante en este momento era plantear alguna previsibilidad para que nos podamos adaptar a lo que se espera en los próximos meses. El riesgo de hacer demasiado siempre está presente en política monetaria, ocurrió en 2008 y 2011 cuando el BCE tuvo que dar marcha atrás porque la subida de tipos no era compatible con la estabilidad de precios, financiera y de la economía. Ese riesgo es real y tenemos que estar pendientes.
P. Usted era partidario de parar ahora.
R. La decisión está tomada, todos estamos involucrados en ella, más allá de opiniones personales. Ahora tenemos el reto de garantizar que la previsibilidad que añadimos en el mensaje del consejo [de gobierno] se materialice. Hay que bajar la inflación y garantizar que los mecanismos económicos están por la tarea. No podemos desviarnos de este camino porque la inflación es más regresiva e injusta socialmente que las medidas que utilizamos para combatirla, que a menudo son duras y dañan la economía. El problema es que la inflación también lo hace. En el consejo de gobierno [del BCE] intentamos manejar este equilibrio difícil.
P. En el pasado, el BCE falló a veces. ¿Podría minusvalorar ahora los daños de esta política monetaria?
R. Desde la segunda mitad de 2022 estamos básicamente estancados. Eso quiere decir que la transmisión de la política monetaria se siente con fuerza, como se ve en la caída de préstamos, muy revisada a la baja. En los próximos trimestres se percibirá aún más ese impacto. La clave para seguir bajando la inflación y resistiendo a la subida de tipos es el mercado laboral, que está en máximos históricos. Desde el segundo trimestre de 2020 hemos creado casi 10 millones de empleos y casi la mitad están ocupados por personas que trabajan en un país distinto al de origen. Esto es novedoso en Europa, al mismo tiempo que lo es el bajo porcentaje de parados de larga duración.
Es casi una obligación de todas las políticas, también la monetaria, proteger este nuevo statu quo que nos aparta del estigma de la estanflación, que tiene tres componentes: bajo crecimiento, inflación elevada y desempleo alto. Nos falta el desempleo y espero que no lleguemos ahí porque está siendo el soporte del poco crecimiento económico de Europa. Pero el riesgo de un cambio en el ciclo económico nos acecha.
P. Esos buenos indicadores laborales podrían verse amenazados si Europa entra en recesión.
R. No podemos ser complacientes con eso: si no logramos cuidar lo que hemos conquistado, se puede perder fácilmente. El mercado laboral nunca reacciona gradualmente, siempre reacciona con saltos y variaciones muy grandes. Pérdidas de empleo, respecto a los actuales máximos, que Europa nunca había registrado, pueden traducirse en grandes crecimientos de paro y problemas sociales que debemos ahorrarnos. Para eso es necesario la previsibilidad y la coordinación de políticas. Tenemos que estar más unidos.
P. La situación no es igual en todos los países. ¿Puede ser contraproducente la uniformización de la política monetaria?
R. La política monetaria es única, aunque sabemos que su impacto es distinto. Para eso está la política presupuestaria y fue eso lo que logramos durante la covid y el aumento de precios de la energía. Los bancos centrales recomendamos que la política presupuestaria mantenga el apoyo selectivo sobre los más vulnerables porque hay margen en la política fiscal para hacerlo. Yo soy muy optimista ante las respuestas de Europa a las últimas crisis. Por primera vez supo reaccionar en conjunto, coordinando países e políticas. El hecho de que la Comisión Europea esté emitiendo deuda común es una señal muy grande de solidaridad y un avance histórico en la integración europea.
P. ¿En qué va a consistir el viraje que anunciaba en un artículo reciente?
R. La zona euro es una economía que no crece con un mercado laboral que bate máximos históricos positivos. Estas dos realidades no parecen muy compatibles. En algún momento algo va a ceder y hay que estar preparado para eso. Nos recuperamos de la covid más rápidamente de lo que pensábamos, por eso crecimos tanto en 2022 y de repente nos estancamos debido a otros shocks. El viraje se ve por estos indicadores. La economía paró, cinco trimestres sin apenas crecimiento, ahora tenemos que encontrar las fuentes de crecimiento en las razones estructurales de Europa, sea la educación, la productividad o la organización política o económica. Es muy difícil buscar fuentes de crecimiento exógenas y esa es la encrucijada a la que debemos atender.
P. La UE se reforzó durante la pandemia, pero hay señales de debilitamiento de esa cohesión tras la guerra.
R. Es la parte buena de vivir en democracia. Siempre estamos desafiando todos los equilibrios. Las dictaduras son muy estables, pero no hay que tener dudas de que estamos en el régimen más adecuado. Nos equivocamos con algunas medidas de política económica ante la crisis financiera y de deuda soberana, que nos llevaron por un camino que provocó un cansancio de la gente hacia una política que casi siempre nos hacía sentir culpables de algo. Este cansancio también se puede dar ante la lucha contra las alteraciones climáticas o la guerra en Ucrania, y hay que evitarlo. Espero que podamos seguir sin fracturas en Europa y que la política monetaria contribuya a eso.
P. La política monetaria actual tiene un impacto terrible para las familias hipotecadas. ¿Qué se puede hacer en países como España y Portugal donde las hipotecas variables son frecuentes?
R. La subida fue muy grande, pero quizás lo más difícil sea la rapidez de la subida. En las últimas décadas habíamos estado en tipos de interés incluso mayores, pero este cambio brusco deja algunas familias, sobre todo si han comprado viviendas hace menos tiempo, en una situación más difícil. Para reaccionar a esto siempre apelamos a la capacidad de ahorros preexistentes y a un ajuste en la forma como en los hogares se maneja el presupuesto, pero sabemos que esto es más fácil de plantear si sabemos cómo va a ser el futuro. La gestión de expectativas es la que también debemos hacer con la política monetaria para dar previsibilidad. Y eso fue lo que logramos el jueves, una frase que nos da previsibilidad, un compromiso que los hogares europeos se merecen. Luego está el apoyo público que tienen casi todos los países.
P. Se piden esfuerzos a las familias y a los gobiernos. ¿Qué esfuerzos se pueden pedir a una banca con grandes beneficios?
R. Desde que inventamos la banca hace muchos siglos hacemos esas preguntas. Siguen, y es bueno que sigan con nosotros.
P. La banca recibe ayudas públicas cuando las cosas le van mal.
R. Las ayudas públicas son otro capítulo sobre lo que durante muchos años no hicimos ni hicieron los bancos para cuidar su exposición a cosas que no deberían haber ocurrido. La banca en Portugal y España, por la prevalencia de tipos de interés variables en los préstamos, tuvo un modelo de negocio difícil durante años. Cuando los tipos son muy bajos, la banca tiene dificultad en generar resultados. Esta compresión del margen financiero la suplantaron con otros negocios y a veces comisiones que ahora se están reduciendo porque el margen financiero con los tipos más altos está generando resultados positivos muy grandes.
Parte de esto es cíclico. Los bancos tienen que quedarse con una parte sustancial de estos beneficios porque pueden tener que responder al deterioro potencial de los préstamos, que hoy no vemos porque el mercado laboral es fuerte. El problema para la banca es que sus ciclos tienen una correlación difícil de entender para los ciudadanos, porque ahora nos sentimos presionados y es cuando los bancos están bien. Antes estábamos más aliviados por los tipos de interés y era el momento en que los bancos estaban menos bien. Este es el momento de que los bancos cuiden de sus clientes, de ver si tienen dificultades financieras, de si es necesario que aporten capital para resolver situaciones que son aún residuales.
P. ¿Es el momento de avanzar hacia una mayor unión europea?
R. Ese debate debería ser permanente. Ahora hay una ventana de oportunidad muy importante con el ciclo de elecciones europeas. Es el momento de volver a hablar de temas como el presupuesto comunitario. Lo aprobamos en el 2019 y lo transformamos en el Next Generation UE, pero hay que crear las condiciones para que pueda tener una dimensión presupuestaria europea permanente.
P. ¿El ascenso de la ultraderecha puede dar al traste con esa integración europea?
R. Son sensibilidades políticas que existen, hay que comprenderlas todas. Las soluciones más extremistas a veces son demasiado simples y por eso atraen a más gente de lo que pudiera creerse. Si planteamos el debate sobre la construcción europea seriamente, la ciudadanía entendería lo importante y lo complejos que son estos avances y la adhesión a ellos sería mayor, como lo fue en 2020.
P. Su último artículo se ha interpretado como que el gobernador quiere dejar de ser gobernador para volver a la política. ¿Es así?
R. El gobernador tiene la obligación de explicarse para que la gente sepa lo que piensa la persona que está sentada en el consejo de gobernadores del BCE tomando decisiones trascendentales. Ese es el objetivo de ese artículo. El futuro está siempre en vilo.
P. ¿Estaría disponible si el Partido Socialista le animara a presentarse a la sucesión de António Costa?
R. No es una cuestión que esté en mi cabeza.
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